Psicoecología: Cyrulnik, sobre el impacto del entorno en la construcción del cerebro y los estados del alma

Psicoecología. El entorno y las estaciones del alma es la novedad de noviembre del célebre neurólogo, psiquiatra y etólogo francés Boris Cyrulnik, autor que ha contribuido a definir y divulgar el concepto de «resiliencia» en psicología. En esta ocasión, Cyrulnik parte del concepto de «ecología», acuñado en 1866 por Ernst Haeckel para referirse a la ciencia que estudiaba las relaciones de los seres vivos entre sí y con su entorno, para aplicar sus principios elementales a la construcción del cerebro, los estados del alma, la condición humana y, en definitiva, el futuro de nuestras sociedades a partir de la perspectiva psicoecológica. Disponible en librerías de España y en formato ebook a partir del 1 de noviembre.

  • Boris Cyrulnik presentó Psicoecología en Madrid (30 de noviembre) y Barcelona (1 de diciembre) – más información, vídeos y entrevistas al final del artículo

· 200.000 copias vendidas en Francia en 8 meses · #1 bestseller L’Express

En Psicoecología, Boris Cyrulnik recurre a un enfoque transversal (etológico, psicológico y sociológico) y ofrece un análisis sobre algunas de las cuestiones candentes de actualidad: el estrés maternal excesivo, las dificultades relacionales, la adversidad educativa, las catástrofes sociales y medioambientales, entre otras.

Asimismo, aporta interesantes datos y reflexiones sobre la relación entre hombres y mujeres, la transformación de lo masculino y su futuro, la violencia (contra las mujeres, en particular), la educación en la infancia, la gestión de nuestras emociones (especialmente de la ansiedad), el impacto del lenguaje y los relatos en nuestra vida íntima, e incluso el impacto del clima y las infecciones virales en nuestras vidas. Una obra rigurosa, reflexiva y fiel al estilo divulgativo del «padre de la resiliencia» de la que aquí compartimos el primer fragmento, que empieza con la siguiente parábola:

Nació en las laderas del Everest, donde la serpiente Nâga le había instruido en las ciencias del alma. En la cima de la montaña, promulgó leyes de hierro. Pero en el llano, la desidia era completa.

Spyod-Po dijo: «Tengo en esta llanura todo lo que necesito […] el agua de los prados ha adquirido el color del oro […] los pájaros ya no tienen nido y los hombres ya no tienen casa […] tengo el siddhi, ese poder perfecto que da el dominio del cuerpo y de la naturaleza […] que el ciervo se lleve, pues, las palabras de mi juramento».

Habiendo hablado así, Spyod-Po se puso a escalar las laderas de la montaña para volver a encontrar las Leyes de Hierro.

Chapô inspirado por Féray, Y., Contes d’une grand-mère tibétaine, Picquier, Arlés, 2018

Cuando la felicidad de los loros se opone a la felicidad de superar la desgracia

Este cuento tibetano ha sido ahora confirmado por la ecología científica. El ser humano se adapta a la dureza de las altas cumbres, a las empinadas laderas, a las noches heladas, aceptando rituales implacables, lo que le hace feliz. Cuando baja al valle, encuentra la dulzura de la vida, el calor de las noches y la relajación de la moral, lo que le hace feliz.

Fue un zoólogo, Ernst Haeckel, muy partidario de la idea de la evolución, quien propuso la palabra «ecología» para describir cómo se adapta un organismo a su hábitat.

Esta idea nació en 1866, en un contexto cultural agitado por las ideas de Darwin, quien sostenía que un organismo nunca deja de desarrollarse bajo las presiones constantes de un entorno siempre cambiante. Los que necesitaban certidumbre estaban angustiados por tal concepción del mundo viviente. El fijismo es tranquilizador porque da una visión simple del mundo, una claridad abusiva que permite una agradable pereza intelectual. Una verdad absoluta, al detener el placer de pensar, proporciona el placer de recitar. El psitacismo consiste en repetir las palabras de los demás sin entender su significado: es la felicidad de los loros.

El pensamiento evolutivo lleva a razonar en términos de sistemas y no ya en términos de causalidades lineales: el sistema respiratorio está formado por el oxígeno del aire que atraviesa la pared sólida de los pulmones y es recogido por los glóbulos rojos que flotan en el plasma. Es un conjunto heterogéneo el que permite la función respiratoria. Y los seres humanos no dejan de inventar mundos artificiales de máquinas y palabras que conforman un hábitat cultural.

En las llanuras tropicales del Himalaya, donde crecen el arroz y la caña de azúcar, los tibetanos crían búfalos y cebúes. Los animales vagan cerca de los pueblos.1 En las llanuras regadas, ricas en follaje y frutos, la gente construye refugios abiertos con terrazas. Por la noche, en la vigilia, se habla de los tigres, de cómo los hombres valientes pudieron escapar y a veces matarlos. Desde hace algún tiempo, denuncian que la urbanización, al invadir los territorios de los animales, los ha vuelto más agresivos.

Cuando llega el monzón, las personas ascienden las laderas del Himalaya y se adaptan al clima subtropical a unos 1.500-1.700 metros. Construyen casas tibeto-birmanas agrupadas en caseríos en medio de campos de maíz y mijo. Es ya la montaña. Para alimentar a los búfalos y a las vacas, que no pueden superar los 2.000 metros, construyen establos para abastecerse de reservas y abren caminos hacia las zonas donde persiste el follaje. Surge un orden social, más riguroso que en las llanuras, que permite adaptar la técnica de los seres humanos a las necesidades de los animales.

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Algunos de los aldeanos nepalíes continúan su caminata hacia las altas cumbres. Les acompañan yaks, cabras y ovejas que soportan el clima seco y la escasa vegetación. La vigilancia de los animales, la tecnología de los hábitats y los rituales humanos se convierten en una obligación. Por la noche, en la vigilia, la gente habla ahora de la morada de los dioses, que han visto en la niebla, del sigiloso deslizarse de los fantasmas y de la aparición repentina de un leopardo de las nieves. Los nuevos relatos dan forma angustiosa y maravillosa al mundo de las fuerzas invisibles que habitan las altas cumbres.

Entre 4.000 y 7.000 metros, la altitud se vuelve muy restrictiva. Cuando el aire y el oxígeno escasean, la vitalidad disminuye: menos plantas, menos animales, la marcha se vuelve más lenta, la respiración se acelera y los jóvenes a gran altura ralentizan su crecimiento.2

Las altas montañas fragmentan las poblaciones. Los extensos pueblos de los valles tropicales se convierten en aldeas tibetanas. Con la altitud aparecen cabañas y, en la cima, la tecnología de las modernas tiendas de campaña permite no morir de frío.

También la cultura varía en función del nivel. La ropa, por supuesto, pero también los rituales de reunión y las palabras de cortesía se adaptan a la temperatura. Cuando nos encontramos en la montaña, se saluda diciendo: «Que Dios te bendiga», pero cuando nos cruzamos con la misma persona en una gran ciudad, actuamos como si fuera transparente. Las ceremonias religiosas, tolerantes y disipadas en las llanuras, se vuelven rigurosas con la altitud. El calendario comunitario, la distribución del trabajo, la construcción de refugios, la gestión de los rebaños, el abono de los campos evolucionan de forma diferente de un grupo a otro.3

“Formidablemente construido, edificante desde principio a fin, este título combina los más recientes descubrimientos en etología, prehistoria y neurociencia”.

LA PROVENCE

Cuando el contexto ecológico da lugar a acontecimientos diferentes, no tenemos las mismas cosas que contar. El ethos, la jerarquía de valores morales que caracteriza a una cultura, de pende, más de lo que creemos, de la estructura del entorno. En las llanuras tropicales, donde la vida es fácil, el ethos favorece la libido, el placer de los pequeños goces. En las grandes extensiones urbanas, hay que organizar lugares de encuentro si se quiere hablar, jugar, ver una pelea de gallos o intentar una aventura sexual. Mientras que el ethos de las altas cumbres hace hincapié en el valentía física, el rigor de los rituales de reunión, el ingenio de las construcciones, la generosidad de los que comparten sus bienes con los demás y el respeto de los códigos sexuales.

La felicidad de los valles no tiene la misma connotación emocional que la felicidad de las cumbres. En la cima, la autoestima se refuerza con el orgullo de haber superado las pruebas del frío y la supervisión de los rebaños.

La pendiente natural nos hace deslizarnos más bien hacia la felicidad de los valles donde el agua fluye libremente, donde las noches son suaves y donde los frutos crecen al alcance de la mano. Esta felicidad simplona es agradable como una inmanencia que vive dentro de los seres y las cosas. Basta con beber un poco de agua fresca y comer una guayaba para sentir un momento inmediato de felicidad, mientras que la felicidad de arriba implica una trascendencia que asciende y nos eleva más allá del frío, los precipicios y la proximidad de la muerte. Cuando la felicidad insensata pesa sobre nuestros cuerpos y adormece nuestras almas, anhelamos el acontecimiento que despierta la vida. Somos infelices a menudo y nos suicidamos mucho en los paraísos terrestres.4 Los que toman el camino de las alturas gustan de someterse a pruebas en las que se enfrentan con la miseria, la desesperación y la muerte; experimentan la felicidad de triunfar sobre la desgracia. Cuando la difícil felicidad los deja agotados, cuando, a fuerza de trascendencia, el ascenso a los cielos ha provocado la angustia del vacío, aspiran a dejarse deslizar hacia los valles tropicales.

La felicidad de los valles sólo existe asociada a la de las cumbres. La una sin la otra es sólo infelicidad. Cuando la felicidad fácil nos conduce a la náusea, aspiramos a la pureza de la felicidad difícil. Pero en cuanto la felicidad de triunfar sobre la desgracia, nos lleva al agotamiento físico y al desgaste del alma, sentimos de repente el placer de retroceder. Entonces, entre dos desgracias, experimentamos la felicidad.

  1. Dobremez, J.-F., «Variétés de complémentarités des milieux de montagne: un exemple en Himalaya», Revue de géographie alpine, 1989, 77 (1‑3), págs. 39‑56.
  2. Turek, Z. et al., «Oxygen transport in guinea pigs native to high altitude (Junin, Peru, 4.105 m)», Pflüg Arch., 1980, 384, págs. 109‑115.
  3. Dobremez, J.-F., «Transhumance des animaux d’élevage du Népal. Un aspect des relations homme-animal», en L’Homme et l’Animal. Premier colloque ethno-zoologie, Institut international d’ethnoscience, 1975, págs. 31‑36.
  4. Charles-Nicolas, A., Les 1000 premiers jours en Martinique, informe, abril de 2020.

“Clima y geografía, violencia y amabilidad, palabras y emociones: Cyrulnik ofrece una demostración fascinante de cómo todos estos “ambientes” nos construyen. Una brújula útil en tiempos de agitación”.

LE FIGARO
Boris Cyrulnik – Des âmes et des saisons – Librarie Mollat – Cap Sciences (en francés)

«Brillante, como siempre».

LE TEMPS

Presentaciones en el Instituto Francés de Madrid y Barcelona (2021)

Boris Cyrulnik presentó la novedad Psicoecología. El entorno y las estaciones del alma en el Instituto Francés de Madrid (30 de noviembre) y el Instituto Francés de Barcelona (1 de diciembre), con la escritora Elsa Punset y la periodista Sílvia Díez Muntané como interlocutoras. 

Leer la entrevista de Sílvia Díez Muntané a Boris Cyrulnik en Mente Sana / CuerpoMente (2020)


Prensa y reseñas

«El neuropsiquiatra francés, hijo de judíos que murieron en el Holocausto, científico y divulgador, popularizó el concepto de ‘resiliencia’. Ahora publica nuevo libro en el que afirma que el entorno esculpe el cerebro

Entrevista de Marc Bassets en El País – Ideas (30/10/2021)

«Anatomía de un párrafo» – Reflexión de Miquel Escudero sobre un pasaje de Psicoecología, publicado en Catalunya Press (29/12/21) y El Imparcial (27/12/21)

Reseña en el blog Susurros de Luz (30/12/2021)

Entrevista a Boris Cyrulnik en la Revista Pronto (12/21)

Entrevista de Gaspar Hernàndez a Boris Cyrulnik en el programa «L’ofici de viure» de Catalunya Ràdio: «Resiliència i pandèmia» (01/01/2022)

La infancia es destino – Reseña de Julieta Lomelí en Filosofía&Co (21/03/2022)


Boris Cyrulnik es autor de todos estos títulos, además de participar como prologuista en muchos de los títulos de la colección Psicología / Resiliencia de Gedisa. Consultar la colección completa en este enlace.

Boris Cyrulnik (Burdeos, 1937) es uno de los grandes referentes en la psicología moderna. Neurólogo, psicoanalista, psiquiatra y etólogo de formación, está considerado como uno de los padres de la resiliencia. Es profesor de la Universidad de Toulon-Var en Francia y responsable de un grupo de investigación en etología clínica en el Hospital de Toulon. Gedisa ha publicado en castellano la mayor parte de sus obras.

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