«Pero yo vivo solamente de los intersticios» – Peter Handke

En enero de 2021, reeditamos en la colección gedisa_cult· la obra que recoge cuatro días de intensa conversación entre el prolífico autor austriaco Peter Handke, Premio Nobel de Literatura 2019, y el profesor y crítico literario Herbert Gamper, Pero yo vivo solamente de los intersticios. La obra invita a conocer de primera mano el universo personal y el proceso creativo de Handke, desvelando las claves de su poética y su mirada del mundo. Aquí ofrecemos un fragmento:

Miércoles, 9 de abril de 1986
La mañana del 9 de abril de 1986 —era un día de viento cálido del sur, más caluroso de lo habitual— me encontré con Peter Handke delante de la casa que habitaba en el Monchsberg. Me llevó antes que nada a la almena de la torre, desde donde se divisa la parte sur de Salzburgo, allá abajo en la llanura y la montaña, el macizo de Untersberg y el Staufen. Le pregunté por el Bosque de Morzg, cuyo extremo sur era visible, y por la comarca donde habitó Loser, el de El chino del dolor. Él me preguntó si estos escenarios me interesaban y a ello se refirió luego mi primera pregunta cuando estuvimos sentados junto a la mesita, emplazada delante del pozo de agua con su roldana, en medio de la sombra de los árboles y yo había efectuado ya el inevitable movimiento de conectar el grabador para que el juego pudiera comenzar.

Lamentamos ambos que las voces de los pinzones y de los paros no pudieran ser trasladadas al papel; un poco risueñamente se me ocurrió luego, una y otra vez en el curso de la conversación, introducir alguna pregunta en el concierto. Le relaté una visita muchos años antes a Thomas Bernhard, que él me llevó sin ser preguntado al despacho del abogado Moro (en Ungenach) en Gmunden y me mostró un par de árboles atacados por unos escarabajos de la corteza, que estaban situados en el linde de una de sus fincas, a los que había transformado en su fantasía en el bosque del General en Die Jagdgesellschaft (La partida de caza). ¿No le daba él, Handke, también un gran valor al escenario?

HANDKE: Sí, también son importantes para mí los escenarios. Pero pienso, cuando remito al otro al lugar, que se sentirá más bien confundido y quizá lo considere una presunción. Yo siempre tengo conciencia cuando paso. Luego pienso, por ejemplo, en el lugar donde se produjo la pedrada, siempre pienso en él. (El chino del dolor).

GAMPER: ¿Está más adelante, en la hondonada?

H.: Sí. También está allí una cruz esvástica disimulada, se la puede ver todavía, donde yo mismo compré un spray color gris piedra y la rocié para cubrirla. Siempre pienso en ella al pasar, o casi siempre. Somera o expresamente.

G.: Esta mañana yo vi también una cruz blanca, una cruz normal, en un haya, más adelante.

H.: ¡Ah! Hay muchos árboles aquí, pero hay… no sé bien qué clase de personas son: tal vez se sientan próximos al Movimiento Greenpeace y no lo entienden bien, y por eso pintan con spray cruces blancas en cualquier árbol, tanto si está sano como si está enfermo. Me parece bastante lamentable que se desfigure la naturaleza mediante signos, sin contemplarla siquiera una vez, sólo porque se piense que todo está muriéndose, sin asegurarse de ello en lo más mínimo. ¿Lo vio usted? Casi cada árbol tiene una cruz blanca de ésas.

G.: Solamente vi uno.

H.: Allá abajo junto al Salzach, los plátanos y los castaños y aquí arriba cualquier árbol sin discriminación. Una vez, un par de individuos se procuraron una noche de aventuras, pasaron del otro lado de la montaña con el tubo de spray, y creyeron que hacían una buena obra. Y todas las personas que no lo examinan con suficiente atención piensan que estos árboles están condenados a muerte, o que están muriéndose. Aquellos hicieron simplemente una cruz. A mí me han preguntado con frecuencia: ¿cómo? ¿También este árbol se está muriendo? Muchas veces no se miran acertadamente las cosas, sino que la gente ve solamente los signos y piensa: ¡Ajá!, éste también tiene que ser talado. Han pasado ya unos dos años y esas cruces de spray se decoloran paulatinamente con la lluvia, con lo cual ya no se las ve así.

G.: ¿Y el árbol sobrevivirá?

H.: Bueno, eso no lo sé. No estaban enfermos. Quizá lo estaba éste o aquél, pero en el ínterin se han cortado árboles en la Alameda Hellbrunn que estaban sólo ligeramente enfermos, y cuando los habían cortado, árboles muy viejos, árboles centenarios, se advirtió que hubieran podido salvarse muy fácilmente. Allí se ven por todas partes cepas de árbol y por los anillos de la madera se ve que estaban en buen estado. Es una histeria muy extraña.

G.: ¿Se los cortó por un par de síntomas externos de enfermedad?

H.: Sí, efectivamente. Nadie se ha cerciorado de cómo está el interior de un árbol. Es una lástima, son árboles de doscientos, trescientos años, que seguramente hubieran vivido aun cien, doscientos años más.

G.: Y la cruz esvástica, ¿existió realmente?

H.: Muchas. Las hay en todo el Monchsberg, puedo mostrarle todos los lugares donde todavía hay cruces esvásticas. Un par de ellas, como dije, las recubrí yo con spray, pero no queda muy bien, porque la pintura es difícil de borrar de la piedra. Una vez que lo estaba haciendo —allí van a pasear todo el día muchas personas—, se enojaron, como era de esperar: «usted no debería meterse en cosas que no le conciernen». Renegaron verdaderamente porque las cruces esvásticas habían desaparecido.
Para mí era insoportable ver eso, pasar cada día por allí y tener que verlo. Pensé: ¿por qué no lo hace nadie de la municipalidad, de la administración? Entonces lo hice yo mismo.

G.: ¿Aquellas personas no advirtieron que usted no estaba simplemente rociando las rocas con spray, sino que borraba cruces esvásticas?

H.: No vieron nada de lo que yo hacía. Sólo vieron a alguien que rociaba spray sobre las piedras, las cruces esvásticas ni las ven.


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Pero yo vivo solamente de los intersticios está disponible en librerías de España o desde la página web de Gedisa en formato digital ebook.

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